EDITORIAL
Mauricio Macri ha recorrido por estos días
todos los centros del poder económico mundial mendigando inversiones, préstamos y acuerdos comerciales. Ha recibido
un sinfín de condescendientes palmaditas en la espalda, algunos abrazos y
cálidos augurios de éxito. Pero, cuando se hablo de dinero, un silencio glacial
cortó cualquier conversación. Macri aún no registra que el mundo adonde quiere
ir y donde quiere entregar los restos de soberanía que quedan, no quiere o no
puede venir a éstas tierras. La profundidad y prolongación crónica de la crisis
económica internacional aleja planes de inversiones serias y a largo plazo. En
la crisis, el capital es más cortoplacista y cobarde que nunca, se refugia en
los templos del dinero y sólo incursiona fuera de sus muros cuando las oportunidades
son soberbias y rápidas. Por eso es que los únicos capitales que vienen al Río
de la Plata son aquellos de paso fugaz, que tocan, roban y se van, y ni
siquiera agradecen la bicicleta financiera que el generoso Banco Central de
Macri les obsequia.
Pero lo que está constatando en persona Macri
no es sólo el fracaso de su pueril estrategia económica (parece que las
inversiones las traerán los Reyes Magos, el problema es que no se sabe en cual
6 de enero!!) sino el estado de convulsión en que se encuentra el mundo.
Transformada en endémica la crisis económica, el capitalismo ya está librando
la batalla de semi-fondo: disputas comerciales, especulación con monedas,
guerrillas cambiarias, sanciones económicas, dumping y cuanto truco desleal
exista para tirar encima del otro el
quebranto de la sobreproducción.
Pero, como todo combate preliminar, este tiende
a dejar paso a la pelea de fondo. Y esta no es otra que el alineamiento con uno
u otro bloque imperialista para zanjar el nuevo reparto del poder mundial. La
inocultable decadencia económica de EE.UU., el crónico crepúsculo de Japón y el estancamiento de su aliado europeo –ahora más débil por el
Brexit- contrastan con la dinámica de sus adversarios. Aún con un ritmo más
lento, la economía china sigue conquistando bazas y poniendo sus marcas en
cuanto espacio económico queda libre. Es el mayor inversionista en África, está
a punto de serlo en América Latina y esta sacándole provecho a la destrucción
del Tratado del Pacifico que ha emprendido Trump para comerle a EE.UU., una
tras otra, sus fichas en Oriente. Rusia, por su parte, está saliendo de la
recesión y se recuperó sin mayores inconvenientes de las sanciones impuestas
por su rol en Ucrania. No goza del brillo de otras épocas pero, en un contexto
tan opaco como el de sus vecinos occidentales, saca chapa de rival. Se ha repetido hasta el cansancio que la economía no es todo y que
EE.UU. aún tiene supremacía militar sobre sus dos grandes contendientes. Sin embargo,
los recientes sucesos de Corea llaman la atención sobre ese paradigma y
convocan a reexaminarlo. Porque no cabe
dudas de que una pequeña nación, gobernada por una dinastía con un inédito
modelo de “feudalismo atávico y comunismo asiático”, le puso freno a la
prepotencia yanqui, dejando en ridículo a todas las altisonantes amenazas del
pintoresco presidente de EE.UU. Basto que un par de consejeros y generales le
recordasen que Corea tenia efectivamente capacidad nuclear como para borrar al
Japón del Mapamundi, amenazar a Australia y Oceanía y hacer desaparecer Seúl y
que estarían dispuestos a hacerlo, para que el ultimátum yanqui se transformase
en un ruego a los chinos para que frenen el desarrollo nuclear coreano. Ruego que, demás está decirlo, cayó en saco
roto. Por lo visto, el paradigma de que
EE.UU. sigue teniendo la voz de mando porque tiene mayor capacidad nuclear está
siendo puesto en tela de juicio. Ya no
se trata de tener muchas armas atómicas, sino de tenerlas, aunque sea algunas,
para que el imperio no se atreva a atacar.
Corolario que no pocos en el mundo han registrado, Irán entre ellos.
LOS INFRUCTUOSOS
ESFUERZOS DEL CHUPA-TRUMP.
Pero, aún con esos límites infranqueables que
el poder nuclear impone, las potencias se preparan para tiempos de espada.
Todos aumentan sus presupuestos militares, todos encaran la producción de
nuevas y mejores armas, todos construyen barcos, portaaviones y aviones, todos
quitan recursos de la educación, la salud y el bienestar de sus pueblos para
afilar la espada. La persistencia de la crisis y la caída de las ganancias son
el motor del belicismo y no parecen tener solución a la vista.
Difícilmente ese mundo convulsionado repare en
los gestos serviles de un presidente patético, que ni siquiera tiene asegurados
los últimos dos años de mandato y que suplica inversiones que ya no están
disponibles. Aunque es reconocidamente duro de entendederas, algo de eso ha
comprendido Macri. Ya no habla más de
las inversiones que van a venir. Ni menciona al semestre que viene. No alude a
inciertos proyectos productivos que pondrán en marcha la economía. Ya no
sugiere que Brasil saldrá de la recesión y vendrá en nuestra ayuda. Nadie les cree y es asegurarse un sitio en el
ridículo seguir insistiendo con esas promesas. Es mejor no hablar de economía y
machacar con la herencia recibida, con la corrupción de los K, con la batalla
cultural de la nueva política y huevadas como esas que cansan a cualquiera
menos a los bien alimentados miembros de los escuadrones de zombies que aún aplauden
al gobierno. El verdadero programa económico de este gobierno es, ni más ni
menos, el que estamos sufriendo. No hay nada mejor, no hay nada más que ajuste,
ajuste y mas ajuste, miseria y más miseria. Todo lo demás es verso. No hay nada
más que esperar. Es esto. Ni el amigo Todesca, en el INDEC, es capaz de
inventar alguna cifra optimista sobre el presente y, mucho menos, sobre lo que
vendrá. Sólo la complicidad de una dirigencia sindical corrupta que recibe dinero
a manos llenas, la pasividad de organizaciones de desocupados que han copiado
la lógica sindical de asegurarse los favores del poder a cambio del cese de
hostilidades y la miopía y el parlamentarismo en que se ha sumergido la
izquierda, le permiten al gobierno seguir perpetrando este verdadero genocidio
económico contra los desposeídos. No obstante, aun huérfano de dirigentes (con
estos dirigentes la orfandad es lo mejor que podía pasar!!) el movimiento de
masas no baja los brazos y sigue protagonizando una batalla heroica. Lo hacen
los docentes de todo el país, los empleados públicos de Santa Cruz, los miles y miles que
rebosaron las plazas repudiando el fallo de los jueces macristas que aplicaron
el 2x1 a genocidas y muchos más en todos los rincones del país.
Ante eso, de poco servirán las palmaditas y
lisonjas de los amos imperiales. Mucho menos las marchas de los escuadrones de
viejos zombies gorilas que no representan más que a su pasado.
La historia del fin del macrismo se está
escribiendo cotidianamente en las calles del país y bueno sería que los
adoradores de las urnas tomaran cuenta de ello.
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