EDITORIAL
La
economía argentina, el famoso : "modelo
de crecimiento con inclusión social" del que tanto se ufanó nuestra
exitosa abogada presidenta, es un barco que está a tiro de naufragio. Atrapada
en una tormenta donde todos los indicadores económicos parecen haberse
conjurado en una gran conspiración para acabar con el relato épico del
gobierno, la camarilla presidencial sólo atina a buscar un mínimo respiro
agitando un trapo, en el que ni ellos creen, donde un ávido buitre se precipita
sobre nuestras prósperas llanuras y se transforma en el responsable de todos
los pesares. La realidad es que, con buitres o sin ellos, la industria nacional
lleva doce meses de caída ininterrumpida, que se derrumba la producción
automotriz, que nadie pone un ladrillo sobre otro, que casi medio millón de
argentinos han perdido su empleo, que crecen la morosidad y las quiebras, que
la inflación se hace imparable y el dólar es un objeto escaso y esquivo, que
las reservas no paran de caer y que la recesión es profunda y sin salida a la vista.
Y, como las malas noticias tienen la recurrente costumbre de no tolerar la
soledad, la recesión también golpea al vecino Brasil, principal cliente de
nuestra industria, achicando exportaciones y aumentando incertidumbres. Peor,
aún, la irrupción electoral de Marina Silva y la posibilidad cierta de que
Dilma sea derrotada en octubre y que se produzca un cambio en el panorama
económico brasilero, agiganta los temores: es que por cada punto que cae el PBI
de Brasil, las exportaciones totales de Argentina pierden un inmenso 3%. El
saldo será menos empleo, menos salarios, menos actividad económica y mayor,
mucho mayor conflictividad sindical y social urbana que la que ya estamos
viviendo. Por otra parte, la abrupta caída del precio de la soja en los mercados
internacionales no parece tener fin. De más de 500 dólares por tonelada hace
apenas seis meses, hemos caído a menos de 400 ahora y todos los análisis ubican
el quintal en un precio de 360 para esta temporada. Pero, para acrecentar el
enojo y la furia opositora de los sojeros vernáculos el precio neto que quedará
en sus campos, deducidos retenciones e impuestos, es de apenas 230 dólares
oficiales por tonelada, lo que significa, en términos contantes y sonantes poco
más de 140 dólares reales. En resumen, muchos menos dólares y muchas más
broncas rurales.
AL FINAL DEL TOBOGÁN...
El
gobierno, con todas sus cuentas en rojo y atado a sus compromisos con el gran
capital, arroja leña al fuego a cada paso. En su afán por reducir el costo
fiscal de los subsidios energéticos ha disparado un formidable tarifazo que
tiene su epicentro en las tarifas de gas. Las colas ante las oficinas de las
empresas prestadoras son interminables. Todos quieren exigir, por las razones
que fuese, el mantenimiento de la tarifa anterior y, casi todos, chocan contra
el muro impuesto por una expresa decisión del súper ministro Kicillof. Poco
tardarán en sumarse estos reclamos de amplios sectores de las capas medias a
las ya contundentes protestas sindicales y, sin dudas, a las inminentes
manifestaciones rurales. En tanto, el escaso capital político que ostentaba el
gobierno no cesa de licuarse y las posibilidades de incidir seriamente en los
sucesores, para garantizar aunque más no sea impunidad, se parecen más a un
sueño que a una posibilidad. Ante tanto infortunio, la profecía de que el
régimen capitalista dependiente de nuestro país explota cada diez años parece
estar muy cerca de volver a cumplirse. Tal vez no sea ésta una explosión de la
magnitud económica que tuvo la anterior, en 2001, pero ningún observador objetivo
pierde de vista que se están dando una serie de combinaciones que pueden
precipitar un enorme sacudón.
El gobierno, encerrado en sus propios laberintos
y atrapado por todos los compromisos asumidos con el gran capital no tiene más
alternativa que apretar la soga sobre el cuello del pueblo. Acorralado por las
inminentes corridas cambiarias, la única salida que olfatea es acelerar el paso
en esta especie de : "rodrigazo en
cuotas", ajuste gradual y sistemático contra el pueblo, para pasar a
un : "rodrigazo" a secas,
violento y drástico, imponiendo con una nueva y mayor devaluación el precio de
la crisis sobre los oprimidos.
Y, si bien es cierto que el escenario económico
no es tan dramático como el de hace diez años atrás, no es menos cierto que las
posibilidades de resistencia social, sindical y política a un zarpazo contra la
economía popular son mucho mayores ahora que antes. Una nueva generación, ya
liberada de los letárgicos efectos de la histórica derrota del 76, está
demostrando su falta de respeto hacia los límites de los aparatos burocráticos,
los matones, los represores y la charlatanería oficialista. Infinidad de
organizaciones han sobrevivido a las cooptaciones e intimidaciones del régimen
y han mantenido viva la llama de la rebelión. Al final del tobogán de la
decadencia y descomposición de la camarilla gobernante puede haber, en lugar de
un colchón de arena, una pared en la que se hagan trizas las pretensiones de
que los humildes sean, otra vez, el pato de la boda capitalista.
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