domingo, 29 de septiembre de 2019

Revista La Maza N° 74




EDITORIAL  

Finalmente, la peor pesadilla política que haya vivido nuestro pueblo desde la llegada de la democracia, ha terminado. Y no sólo porque la derecha más reaccionaria ha sido apabullada en las elecciones, sino que su estrepitosa retirada ha dejado al descubierto lo mas cavernícola y, a la vez, estrafalario del “mejor equipo de los últimos 50 años”. Detrás de la supuesta eficiencia, visión de negocios y manejo de la economía que un equipo de altos ejecutivos empresariales podía aportarle al país para mejorar todos los indicadores, se escondía, en realidad, una pandilla de aventureros, estafadores, evasores, especuladores y autoritarios, incapaces de hacer otra cosa que poner el estado al servicio de sus intereses particulares. Todos los datos ec

onómicos en los que se expresa la vida del país y su pueblo son contundentes: el macrismo ha arruinado al pueblo argentino, ha endeudado la Nación a límites de bancarrota, ha arrojado a la pobreza y la miseria a millones de argentinos, ha destruido la educación y la salud públicas, ha terminado con centenares de miles de empleos, ha prohijado el trabajo negrero, arruinado PYMES y Cooperativas…Un verdadero trabajo de demolición que se corono con el mas abyecto servilismo hacia EE.UU. e Israel, gobernados ambos países por los peores exponentes del pensamiento autoritario y racista.
Pero es necesario reconocer algún mérito en esta terrible experiencia que hemos cursado: ha sido tan duro todo y tan catastrófico su final que posiblemente la debacle del macrismo sea, como lo fue el fin de la dictadura en relación a los militares, una derrota definitiva del neoliberalismo y el inicio de una nueva época en las luchas populares.
Ahora el pueblo argentino se enfrenta a otro cachetazo de la realidad: la hipoteca que nos lega el macrismo condiciona cualquier política social y nos condena al perpetuo ajuste, si no se da comienzo, ya mismo y de una vez por todas, a la ruptura con los acreedores, los usureros, sus organismos y bancas, empezando por el F.M.I., a la denuncia del carácter ilegal e ilegítimo de la deuda, a la investigación de todos los negociados realizados a su sombra. En efecto, cualquier acuerdo con los acreedores que tenga como base respetar las deudas contraídas por el gobierno de los garcas, caerá sobre nuestros hombros, nuestro hambre y el futuro de nuestros hijos.

LA ÚNICA DEUDA A PAGAR ES CON EL PUEBLO ARGENTINO 



Y esa definición crucial sobre nuestro futuro, es lo que aparece en el discurso de Alberto Fernández como algunas vagas referencias acerca de refinanciar plazos y vencimientos que en nada cambian nuestra sujeción a los mandatos de la usura internacional y que determinará políticas de ajustes y más ajustes sobre el pueblo.
Juan Perón decía que sus dos primeros gobiernos no fueron tan buenos, sino que lo que paso es que los derrocadores fueron peores, mucho peores y que eso posibilitó la indulgencia y fidelidad del pueblo a su líder. Es probable que esto es lo que le esté sucediendo al kirchnerismo, gozando de esa misma indulgencia después de la calamidad macrista. Pero, esa tolerancia de la que Perón podía disponer también por méritos propios, aparece como una frazada muy corta para esta nueva experiencia peronista. Por eso es que el nuevo gobierno deberá desmarcarse claramente de los intereses del régimen. La paliza que ha recibido el macrismo no se explica por la figura “carismática” de Alberto F., sus ambiguas promesas de cambio ni siquiera por el cariño que conserva CFK en vastos sectores de la población. Lo que ha sucedido es que una contundente mayoría del pueblo que ha venido resistiendo al macrismo, encontró en esta fórmula electoral -flojita de propuestas y atractivos- una eficaz herramienta para deshacerse de los gorilas.
Ha sido un voto en defensa propia utilizando el único instrumento disponible.
Un descontento creciente, generalizado y combativo, acorraló a las capas reaccionarias de la clase media, un estado de resistencia popular y movilización en ascenso fue poniendo a la defensiva al gobierno y sus medios y transformó sus demandas en agenda política nacional.
Ese grito profundo se sintetiza en pregonar que la única deuda es con el pueblo argentino, con el hambre que azota los hogares, con la desocupación extendida y cotidiana, sus pibes y su educación y salud, con sus jubilados y su merecido descanso, con todos y cada uno de los millones de desposeídos que fueron embestidos por la avaricia capitalista. En proclamarlo y en exigir que sea resuelto. Que es para eso que han votado esta alternativa.
Sólo si el pueblo luchador y sufrido es capaz de sostener y extender esa actitud de movilización y resistencia será posible empezar a modificar el dantesco escenario social, el peor en décadas. El régimen ya le ha soltado la mano al macrismo y ahora se dedica full time a marcarle la cancha al nuevo gobierno, a presionarlo para imponer su programa. Le exigen que concilie nuestro hambre y que subordine nuestras necesidades elementales y todas las conquistas perdidas al pago de la deuda. Le exigen que limpie las calles de revoltosos, que garantice una paz social que les permita seguir disfrutando de las prebendas otorgadas por la banda de Mauricio. Le proponen al peronismo triunfante un acuerdo de gobernabilidad, es decir una tregua que les asegure impunidad. Instalan un pacto social que tiene, como pato de la boda, a los humildes. El nuevo gobierno deberá decidir de qué lado se ubicara en los desafíos y conflictos que se avecinan, porque estos tiempos que están llegando no serán benignos con los conciliadores. La justicia social es una demanda urgente, es de aquí y ahora y se la empieza a construir rompiendo con los usureros, con el FMI, con los que se enriquecieron con nuestra miseria y con la agenda e intereses de EE.UU. e Israel. Y ese es el reclamo a un nuevo gobierno que, hasta ahora, lamentablemente, parece más preocupado por tranquilizar a “los mercados” –eufemismo de usureros, cagadores y especuladores- que por alzar las banderas de liberación nacional y social.

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