EDITORIAL
Si alguna utilidad pueden tener las elecciones
primarias (PASO) que se están realizando mientras cerramos esta edición, es la de develar cuán profundo es el rechazo
social a las políticas económicas instrumentadas por el gobierno de Macri en
estos dos años. Después de las confiscaciones al ya menguado poder adquisitivo
de la población que significó el brutal tarifazo, después del congelamiento
salarial impuesto a los trabajadores –con la complicidad criminal de los
burócratas sindicales-, después de la ola de cierres de empresas y despidos y
suspensiones, después de una profunda recesión, caída del consumo y represión a
trabajadores despedidos y desocupados hambreados...es impensable que el
gobierno logre un triunfo electoral. Aún cuando los que se presentan como
alternativa, el kirchnerismo y las fracciones peronistas, distan mucho de ser
una verdadera alternativa.
Solo una camarilla de empresarios, alcahuetes y
consultores a sueldo, podía imaginar que los comicios se iban a librar en base a
una antinomia “Macri vs CFK”, “el pasado nefasto y el futuro venturoso”,
“la vieja política corrupta y una nueva
manera de hacer política”, tal como ellos presumían, sin tener en cuenta
que, pasados dos años de gobierno, lo que se está plebiscitando es una política
económica que ha arrojado a la miseria a la mayoría de los hogares humildes. Un
país en el que se ha profundizado la desigualdad social de la época
kirchnerista, donde la mitad de los
pibes es pobre, donde la desocupación y el hambre golpean a la puerta de los
humildes como nunca en décadas, es un país que vota, inevitablemente, con el
bolsillo.
El combate electoral parece circunscripto
a la provincia de Bs. As., donde se enfrentan,
en los hechos, la “esperanza blanca”
del macrismo y el régimen, Maria E. Vidal,
y quien presume ser la “nueva abanderada de los humildes”,
olvidando que fue la defensora del gran capital y de los corruptos. Pero ni
siquiera la feroz campaña contra Julio de Vido, para distraer a los votantes
del verdadero significado de estas elecciones, está dando resultados. Como
siempre sucede, las campañas del miedo terminan estrellándose con realidades
temerarias. Así es como las encuestas y pronósticos oficialistas han ido
creciendo en escepticismo y ahora se
conforman con una derrota honrosa. Billetera –pobre y raída- mata discurso cheto.
“CON LA BARRIGA VACÍA, NINGUNO MUESTRA ALEGRÍA…”(*)
Por supuesto que un triunfo de CFK no significará
buenaventura para los humildes, dado que el programa económico en curso más que
de Macri y Dujovne, es el programa del conjunto del régimen capitalista vernáculo
en estos tiempos de vacas flacas. Difícilmente el propio candidato de CFK,
Daniel Scioli, hubiese podido elegir otro rumbo, aunque sí, con seguridad, lo
haría con otra “sensibilidad”, y con
ritmos más acordes a la frágil situación social que diez años de “magia” kirchnerista legaron. Quien descrea de esa posibilidad
deberían explicar las razones de la ausencia de los movimientos kirchneristas
de las grandes luchas libradas por el
pueblo en esos dos años. O
encontrar alguna explicación a la complicidad
de gran parte del peronismo, gobernadores, senadores y dirigentes sindicales,
con el plan hambreador. Ni en Pepsico, ni en los conflictos de la UOCRA en Zarate,
ni en las luchas de los choferes de Córdoba, Cresta Roja, Carboclor o cualquier
otra pelea importante se vio bandera
alguna de los seguidores de CFK o del PJ. Eso sí, como buenos fariseos, se
rasgan las vestiduras ante las consecuencias del ajuste en curso, pero se
cuidan de proponer las únicas soluciones de fondo ante la crisis del empleo, tales como la inmediata expropiación de toda
empresa que cierre o despida o el repudio a la creciente deuda externa. La estrategia
electoral de CFK, sin propuestas y sin programa alternativo al feroz ajuste, se
limita a criticar al gobierno en nombre del terrible costo social de sus
medidas. Pero no hay en su discurso ninguna medida concreta, ningún plan
económico alternativo, nada que pueda alterar los ánimos del establishment ni
de la usura internacional y sus agentes locales.
En última instancia, CFK recoge una lección del
viejo Juan Domingo Perón:”No es que
nosotros fuéramos buenos, el asunto es que los que vinieron detrás nuestro
fueron peores, mucho peores y eso nos hizo, en la conciencia popular, muy
buenos!”. Y, dada la ferocidad con la que fueron malos los macristas, con eso alcanza y sobra.
Claro que el régimen asume esta posibilidad
como un duro traspié. Lo testimonia el abrupto salto del dólar, la inflación sostenida
y hasta los críticos editoriales que diarios como La Nación le dedican a Macri ahora,
reprochándole el tiempo perdido: “Es hora
de que el jefe del Estado pase de las palabras a los hechos, del papel de
comentarista de la realidad al de un auténtico líder, capaz de pilotear los
cambios sin los cuales no habrá porvenir próspero...Faltan incentivos para que los
grandes capitales se vuelquen a proyectos productivos…Los convenios colectivos,
salvo raras excepciones, no tienen en cuenta la necesidad de estimular la
productividad y la competitividad…Los costos laborales son siderales y frustran, al igual que la
industria del juicio laboral, la inversión en emprendimientos creativos de
riqueza…” lamenta el diario de los
Mitre, asumiendo que la oportunidad se está esfumando. De todos modos, cuando
pasen los ruidos de una costosa campaña electoral que pagaremos todos los
trabajadores, las calles volverán a ser el escenario condicionante de la
política nacional. El gobierno aun saliendo
de la urna más débil, no cejará en intentar avanzar con la agenda que los
explotadores escriben. Y, los peronistas
opositores, incluyendo a los kirchneristas, comprometidos en evitar un
estallido social, sostendrán la gobernabilidad del régimen por encima del
hambre del pueblo. Será, entonces, en
las calles donde el pueblo deberá escribir, contando sólo
con sus propias fuerzas, su profundo rechazo al gobierno explotador y a
todos aquellos que, por las razones que sean, acudirán a sostenerlo.
(*) Antiguo refrán español.
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Revista La Maza N° 73
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