En estos días, el mundo
entero concentra su atención en Grecia, donde se juega, muy posiblemente, el
futuro del euro, de la Unión Europea y de los planes antipopulares del
capitalismo en crisis. En aquellas latitudes, el pueblo helénico, vanguardia de
la resistencia anticapitalista europea, enfrenta en las calles a la imposición
de los usureros franco alemanes y a sus lacayos locales, mientras los
capitalistas de todo el mundo tratan de convencerlo de que si no cede, si no se
allana a sus exigencias, si no depone sus protestas insurreccionales, le
aguarda el peor destino posible, el de ser marginado de la civilización
especulativa internacional. Haciendo oídos sordos a esas amenazas, los griegos paralizan
el país, pueblan con multitudes las plazas, se organizan en asambleas
populares, persiguen por las calles a sus políticos y exigen, con una voz que
parece un trueno bajando del mitológico Olimpo, que la crisis la paguen los capitalistas!!
Y en la Unión Europea, en los despachos de los sofisticados banqueros alemanes
y franceses, en las cuevas de los inversionistas, el fantasma de un crack
masivo, de un contagio inexorable, de un efecto dominó que arrastre a Portugal,
Italia, Irlanda y España se agiganta y estremece a las finanzas
internacionales. El ejemplo de resistencia helénica, después de los referéndums
en los que el pueblo de Islandia rechazó pagar la deuda usuraria, es una mecha flameando
encima de barriles de pólvora distribuidos en todo el sur europeo, mientras
enfrente, Mediterráneo mediante, las revueltas de la gran nación árabe siguen
estremeciendo tiranos títeres del imperialismo. Lejos del tumulto, aquí, en
nuestras abúlicas pampas, CFK mira, una y otra vez, su espejito mágico y más
convencida que nunca de su infalibilidad, posa su dedo sobre elegidos, premia
lealtades juveniles y aduladores a discreción, arma listas de futuros
funcionarios de altos sueldos y obediencia blindada, festeja anticipadamente
triunfos y sueña con la durabilidad de la bonanza y sojera y la cajita feliz y
con la inmortalidad del poder.
EL CRISTINISMO O LA NUEVA MANERA DE JUGAR CON FUEGO
En su soberbia, CFK no ha
descubierto que la eternidad es al poder lo que el cuadrado a la
circunferencia, que la bendición a leales implica la condena a réprobos, que
hay que temerle menos al crítico que al adulador, que los triunfos no admiten
anticipaciones, que todo gasto a cuenta puede transformarse en una dura
hipoteca, que nunca hay que herir a un enemigo si no se está en condiciones de
acabar con él y que no se va contra todos sino de a uno por vez. En fin, en lo
que respecta a nuestra política palaciega y a la propietaria del palacio,
Nicolás Maquiavelo ha escrito al pedo uno de los libros que ha sido cabecera de
la política burguesa durante cientos de años. Pero lo cierto es que, ajeno a lo
que parece un escenario internacional cercano a una profundización cualitativa
de la crisis internacional, el cristinismo desprecia la oportunidad y el tiempo
de prepararse para las inexorables consecuencias de un posible default griego o
de las convulsiones sociales en nuestro principal socio comercial, China. Por
el contrario, jaqueado por escándalos de corrupción que provocan vergüenza
ajena, con Hebe de Bonafini transformada en mascarón de proa de la banda
Schoklender, con Milagros Sala intentando explicar lo inexplicable, con Rachid
y Morgado tirándose prontuarios por la cabeza delante de las cámaras, con
desplantes al aparato sindical y a los intendentes y gobernadores del pejota,
cada día mejor rodeada por incondicionales de lealtad a sueldo, forjados no en
la lucha sino en la prebenda, el kirchnerismo ha entrado en zonas de
turbulencias serias en las que contrasta su autoritarismo con la precariedad de
su coraza.
En los próximos dos meses
deberá poner a prueba la supuesta fortaleza de su armado en comicios que
involucran a casi la mitad del padrón electoral del país y donde todos los
augurios son oscuros. La Capital Federal, Santa Fe y
Córdoba constituyen desafíos
que difícilmente puedan ser salvados en base al discurso, la soberbia y las
construcciones artificiales. Una derrota en esos tres distritos, escenario
perfectamente posible, puede tener un efecto demoledor sobre la presunta
invencibilidad oficial y exponer ante los ojos del pueblo que la coraza era de
cartón, las armas de juguete y los ejércitos de leales alcahuetes eran apenas
precarias armadas brancaleones. Y si eso sucede, el kirchnerismo se verá
obligado a conjurar las derrotas con un batacazo en las internas abiertas del 14
de agosto, única manera de reinstalar la idea del triunfo inevitable en
octubre. El problema es que los que debieran ponerle el pecho a la interna son,
precisamente, aquellos que han sido humillados en las listas y en los repartos
de cargos y cajas, punteros barriales, viejos aparatos peronistas, intendentes,
perucas de vieja estirpe y de territorialidad añeja. Será difícil, no imposible
pero si arduo, convocarlos y aceitar su entusiasmo para que empujen un carro
que sienten como ajeno y que los desprecia. A todo esto, como decíamos al
principio, ajena a las pequeñeces de las internas de miopes burguesías
provincianas, la crisis económica internacional escala en Europa, sacude la
estabilidad monetaria y política del viejo continente, se propaga y tiende a
ralentizar el comercio, desalienta inversiones, atemoriza capitalistas y
provoca hondas reacciones populares cada vez más descontroladas. Por el bien
del régimen capitalista, el gobierno debiera pensar en lo profundamente riesgoso
que es jugar con fuego. Afortunadamente, para nosotros, está ocupado en sus
juegos palaciegos mientras, a lo lejos, suena la orquesta del Titanic.
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