EDITORIAL
Con
la convocatoria a elecciones en la Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Misiones y
Salta y los recientes comicios de Catamarca y Chubut, el país ha entrado de
lleno en un año electoral. Lo hace cuando el mundo, paralizado por la crisis
económica, se convulsiona por las imprevisibles consecuencias ambientales y
económicas de la catástrofe nuclear en Japón, por la internacionalización de la
guerra civil en Libia, por la extensión regional de la revolución árabe y por
masivas protestas populares en Europa y en el propio EE.UU. en contra del
ajuste capitalista. Cabría imaginarse que el debate electoral se desarrollará a
partir de ese contexto, de la inexorable sacudida que esas convulsiones
globales provocarán a nuestro país y de las políticas que pudieran permitir a
nuestra Nación un curso independiente. Sin embargo, nuestro capitalismo
vernáculo, prebendario y saqueador, dependiente pero eficaz en la entrega,
subordinado y siempre dispuesto a servir a los amos imperiales, no considera
que el futuro de sus negocios y comisiones pueda verse alterado a corto plazo
por los torbellinos que llegan de afuera. Nada altera la euforia sojera, la
primavera consumista, la vitalidad de los negocios subsidiados ni la alegría de
la incomparable renta financiera. Es esa inmediatez triunfal de los ricos, esa
abundancia expresada en récords de producción automotriz, por ejemplo, la que
casi ha certificado que la burguesía argentina admita que no cambiará de
caballo a mitad del río y que la re elección de CFK sea un hecho casi consumado.
Resta por verse si ellos pueden condicionar, aún más de lo que se condiciona a
sí mismo el kirchnerismo, la próxima gestión para hacerla definitivamente
permeable a sus intereses más estratégicos. La ambigüedad de la “profundización
del modelo” que esgrime como único programa el gobierno, bien puede ser un
avance en la defensa de los intereses, precisamente, más “profundos” de la
burguesía argentina. En el camino hacia octubre la oposición se derrite como
pan de manteca ante el empuje triunfalista de los K. Los radicales suspenden y
arman internas, los peronistas de la caverna siguen su pelea ante la
indiferencia absoluta de la población, Carrio deambula en el extravío, Pino
Solanas llora por las desgracias de Clarín y de las encuestas mezquinas, mientras
Macri ve con preocupación cómo su sueño presidencial se deshace y hasta su
propio negocio porteño corre el riesgo de evaporarse de su billetera. La CTA,
definitivamente partida, acaba de realizar un minúsculo “congreso” que sólo
sirvió para confirmar la decadencia de la dirección burocrática de Micheli y
DeGenaro y constatar su ausencia de cualquier acto reivindicativo del 24 de
marzo. Por su parte, la izquierda legal deja de lado su ateísmo y ruega ante
todos los santos y en todas las capillas que un milagro suceda y se trague a
las internas abiertas, esa criatura diabólica con la que el régimen la está
expulsando del paraíso parlamentarista. Por las dudas, desempolvan argumentos
que les permitan olvidar “diferencias de principio”, agravios, insultos, palizas
y denuncias varias para juntarse en un frente electoral que los salve de la
catástrofe de no poder presentar listas. Construyen contra reloj y ante la
indiferencia de toda una nueva genera
VIENTOS DE FUTURO LLEGAN DE AFUERA
En
otro lugar de la realidad, miles y miles de personas en todo el país volvieron
a salir a las calles para recordar un nuevo aniversario del golpe genocida.
Muchos lo hicieron detrás de las banderas de los organismos de DD.HH. y grupos
políticos afines al gobierno. Son los que creen que el “modelo a profundizar”
conduce al socialismo a través de las reformas mezquinas y homeopáticas de los
K. Otros muchos marcharon con la convicción de que este gobierno no es el
arquitecto del futuro socialista sino el decorador de la barbarie capitalista.
Todos son parte de un pueblo que experimenta el rigor de la inflación licuando
sus escasos salarios mientras escucha estadísticas de rentas financieras
fabulosas, mineras extraordinarias, agrarias bíblicas. Sin embargo, unos y
otros carecen de expresión política en éste escenario electoral. Unos porque
han hipotecado el futuro a manos de un gobierno que usurpa la memoria de los
caídos por el socialismo y la liberación y bastardea las banderas socialistas y
liberadoras. Otros porque son víctimas de las prácticas auto proclamatorias y
sectarias de una izquierda que no se construye en el seno del pueblo oprimido
sino en sus propios círculos e intereses y que, cuando por obligación amaga
unirse, el resultado es un engendro que huele tan feo como el peor arreglo de
políticos decadentes. No obstante, las luchas de los pueblos del mundo no se
detienen en éstas pequeñeces provincianas. Los vientos que llegan desde afuera
traen gritos de rebeldía, traen proclamas esperanzadoras, traen la vigencia de
las banderas rojas y negras de ayer y de siempre, traen la certeza de que
estamos en la época de las revoluciones, de que ante la barbarie capitalista se
levantaran los puños socialistas y libertarios y nos recuerdan que, aún en
nuestra pequeñez, somos parte de esa época y somos parte de los que construirán
el futuro. Y estos vientos, si hay algo de lo que carecen, es de ese
convencional respeto pequeño burgués por las fronteras, los límites y las
aduanas. Son vientos del mundo, son vientos transgresores, son gritos
universales. Prepárese para oírlos.
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