viernes, 31 de julio de 2015

Revista La Maza N° 24


EDITORIAL
  Siguiendo nuestra vieja costumbre de ponernos en la vereda de enfrente al poder, como le aconsejaba, por principio, su abuelo anarquista a nuestro amigo Vicente Zito Lema en su niñez, mientras todos se rinden ante la hegemonía K., alaban su “modelo” (¿?) y descubren sus proyectos fundacionales y sus transformaciones revolucionarias, nosotros proclamamos que es la hora urgente de aunar esfuerzos, galvanizar voluntades, unir sueños y estrechar lazos, porque, en realidad, estamos en la víspera del conflictivo fin de un ciclo, más precisamente del ciclo K. Pero no lo hacemos sólo por esa sana tradición libertaria de enfrentar al poder hasta en sus discursos mínimos, sino porque tenemos la convicción de que una etapa política está llegando a su cumbre y, a la vez, al principio de su decadencia y que nos aproximamos, nuevamente, a épocas turbulentas.
Está fuera de discusión que un nuevo mandato presidencial de CFK. es irreversible y que sólo resta el trámite formal de ser sancionado en burocráticos comicios en el mes de octubre. Vale decir que cinco meses antes de las elecciones, el único proyecto sólido, construido, arraigado, posible y necesario para la burguesía es el que está expresado por el actual gobierno. Es cierto que hay bolsones sectoriales dentro de las clases dominantes que preferirían un gobierno más dócil, más atento y sensible a sus intereses específicos, pero, constituyen, hoy por hoy, la minoría y, en consecuencia no es de extrañar el fracaso, uno detrás de otro, de todos sus candidatos alternativos. La rentabilidad capitalista sigue siendo el mejor argumento a la hora de decidir un cambio de timón y, en consecuencia, algunos a regañadientes y otros a aplauso batiente, todos han hecho un pacto de gobernabilidad con éste gobierno que se las garantiza eficientemente. La simple constancia de que las elecciones son un mero trámite atestigua la profundidad del acuerdo de las clases gobernantes con los K. Acuerdos que se traducen en beneficios, ganancias, subsidios, negocios variopintos y enjuagues de todo tipo. Pero, acuerdos, también, que incluyen una clara identificación del enemigo esencial de éste régimen, la clase trabajadora y el pueblo oprimido, a los que, coinciden, hay que hacerles pagar el precio de la fiesta, ahora, y del velorio, después, cuando la crisis internacional se haga familiar. Apelan, hoy, a la brutal confiscación inflacionaria de los salarios y planes sociales, a la contención de huelgas y conflictos, a la división y la cooptación, al llamado a “los buenos modales” a la hora de reclamar por el pan ausente y el futuro incierto… En tanto, mirando al mañana, velan sus armas y gendarmes, aprueban leyes y protocolos represivos y mantienen presos y procesados para cuando las cosas se pongan pesadas y, más allá de las elecciones, no haya necesidad de dialogar con los revoltosos sino apremio para hacerlos entrar en razones, defender el orden burgués y seguir garantizando dividendos y gobernabilidad. Ellos saben que la bonanza es fugaz, que la crisis les muerde los garrones, que los tiempos por venir serán tiempos de conflicto e incertidumbre y que el mañana es cercano.

HISTORIAS E HISTORIETAS


Lamentablemente, es cierto que este proyecto capitalista ha sido aceptado por la mayoría del pueblo argentino, escaldado por una oposición hegemonizada por la peor derecha que ha parido el régimen democrático y seducido por las mínimas reformas realizadas, por el reconocimiento de antiguas reivindicaciones y por un discurso que apela más al pasado épico que a los logros patéticos y a las mínimas medidas distribucionistas del presente. En síntesis, el kirchnerismo conjuga hoy, la defensa de los intereses de la mayoría de la burguesía con las viejas esperanzas y postergaciones de nuestro pueblo. Sin embargo es el mismo pueblo que, con altibajos, no ha dejado de luchar en todos estos años. Es el mismo pueblo que, en sus cotidianas acciones reivindicativas, no aceptó treguas ni buenos modales ni promesas gubernamentales. Es el pueblo que, ahora, mismo, acaba de paralizar la producción petrolera en el Sur o de bloquear el principal puerto pesquero del país enfrentando su política salarial. Pero, y esto es con lo que cuenta el régimen a la hora de afianzar poder y amasar votos, es también el pueblo trabajador que aún no logra transformar esa independencia combativa en lo referente a sus intereses inmediatos con la construcción de una poderosa herramienta que exprese sus intereses históricos en la lucha contra el capitalismo. La mutilación de la memoria histórica que significó la masacre de la dictadura primero y la desmoralización de la democracia, después, hace que éste nuevo despertar de luchas que estamos viviendo mantenga su ancla más en el sindicalismo que en la construcción de una alternativa de independencia de clase, socialista, revolucionaria, liberadora. Claro que a ello ha contribuido, también, la incapacidad de una izquierda más sindicalista que otra cosa, más preocupada por sus tribulaciones electoralistas que por la lucha revolucionaria por el socialismo que hace las cosas más difíciles, fragmenta los esfuerzos (como acaba de fragmentar la conmemoración del 1º. de Mayo!!) y esteriliza en el legalismo las luchas. Pero, más allá de estas carencias hay una clase trabajadora y un pueblo que están luchando todos los días, que está creciendo con sus luchas, que se está reconstruyendo como sujeto histórico y que más temprano que tarde se enfrentará políticamente no sólo al ajuste K. sino a su “modelo” de entrega, dependencia y explotación, por más adornos “progresistas” que adopte. El kirchnerismo se apresta a instaurar un nuevo mandato y sueña hegemonías y transcendencias. Pero, en realidad lo hace sobre bases de barro, sobre la descomposición de los factores que le permitieron encumbrarse. Como suele suceder, la conciencia y la percepción de los hechos suelen atrasar en relación a la evolución de los mismos. Y esos hechos, los perciban o no el gobierno y sus alcahuetes y cagatintas, han comenzado a determinar el agotamiento del “modelo K”, el fin del sueño y el carácter ilusorio de su trascendentalismo. Con seguridad, a pesar del estruendo de los festejos, éste triunfo K. será el último y, a la vez, el del principio del ocaso y la retirada de una historia que pensó perdurable y soñó eterna. Las bases sobre las que se construyó se le están escurriendo como el agua entre los dedos, aunque, ni su conciencia ni la del pueblo hayan tomado, aún, registro de ello. Al fin y al cabo “el eternauta”, era solo una historieta, muy buena, peo historieta al fin.

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