EDITORIAL
Aunque todavía el panorama
electoral no se define, las tendencias generales que las encuestas y la
realidad política establecen, indican que Daniel Scioli está a un suspiro de
ganar las elecciones en primera vuelta. Es que la sucesión de errores de la
campaña de Mauricio Macri lo han estancado por debajo del 30 % de los votos,
mientras que el candidato peronista está arañando el 40 %. Con un empujoncito
más puede cruzar esa barrera crítica y evitarse el suplicio de una segunda
vuelta con resultado impredecible. Algo de eso se percibe en el ambiente de la
política peronista y nada lo expresa mejor que el salto que están pegando
viejos tránsfugas que acompañaban a Massa hacia el acogedor regazo del
bonaerense. Los últimos episodios han sido protagonizados por la impresentable
Mónica López, una mediocre puntera de Avellaneda, esposa del dirigente sindical
Alberto Roberti, hasta ahora jefe de la bancada de diputados nacionales de
Sergio Massa. La inexplicablemente millonaria (en un imperdible reportaje a la
revista farandulera Caras confeso poseer sólo 240 pares de zapatos!)
saltimbanqui, acaba de abandonar a Massa para apoyar públicamente a Scioli. Lo
más grosero de la historia es que fue precandidata a gobernadora y que aun
encabeza la lista al Parlasur de ese espacio!! Otro “borocotò” es el ex
“oligarca rural”, Eduardo Buzzi, ex presidente de la Federación Agraria y
conspicuo integrante de la Mesa de Enlace, ahora devenido en “compañero
chacarero”. También él sintió el viento de cola que empuja hacia Scioli y, sin
siquiera avisarle, dejo plantado a Massa después de haber sido su candidato a
gobernador en Santa Fe. Ni que hablar de Diego Bossio, el titular de la Anses y
miembro, hasta ayer de La Campora, quien ya ni atiende los llamados de Santa
Cruz de tan ocupado que está en besar las manos de Scioli. La lista hacia abajo
es larga y todos vienen empujados por el mismo ardiente entusiasmo por los
principios que han guiado a los dirigentes peronistas durante décadas: el más
importante es el que les dice que siempre hay que ir en auxilio del que va
ganando! Y ellos se apresuran, en estampida, en darle cumplimiento. Por si
faltaba algún dato, el alineamiento incondicional de algunos de los más “duros”
piqueteros kirchneristas detrás de su candidatura, sin consulta alguna con
Máximo y su Càmpora, muestran como viene la mano. Ahí están el Movimiento
Evita, cuasi transformado en la juventud sciolista, Milagros Sala y Luis D
Elìa. Compiten en ver quien jura más alto su lealtad al probable dueño de la
billetera y las prebendas, con la misma sinceridad que Mónica López, Buzzi y
los demás.
TRÁFICO DE
LEALTADES,
LA ÚNICA VERDAD PERONISTA
Pero, no todas son buenas en
el quincho de La Ñata. Es que el kirchnerismo puro comienza a olfatear que
detrás del sciolismo se está empezando a recrear la antigua alianza de
gobernadores, intendentes y punteros que supo articularse detrás de Eduardo
Duhalde y que no es, precisamente, una garantía para la impunidad kirchnerista.
Las recientes declaraciones del gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, que
acaba de afirmar, en Nueva York, que el próximo gobierno va a negociar con los
fondos buitres una solución a la deuda en litigio, sonó a traición en puertas
para el circulo presidencial y constituye un claro anticipo de lo que viene. Es
que Urtubey es uno de los gobernadores más cercanos a Scioli y suena como un
futuro ministro de su gobierno. La propuesta de reunificar al peronismo bajo el
liderazgo del ganador estremece al kirchnerismo que se apresura a contar los
porotos que le quedan y a intentar meter funcionarios por todos lados para
contrarrestar la ofensiva que perciben se les viene encima. El rumor de que
Scioli propondría a Margarita Stolbitzer como miembro de la Suprema Corte de
Justicia fue recibida con escalofríos en Balcarce 50. La impunidad tan
trabajosamente construida puede pender de un fino hilo con una corte
decididamente adversa. Por eso no hay que extrañarse de los gritos desesperados
de los desamparados kirchneristas de paladar negro, como la ex defensora de
DDHH, Estela Carlotto, clamando por un pronto regreso de CFK después de un
breve paréntesis sciolista, cuanto más breve mejor. Sin embargo, valdría
recordar que la traición al viejo aliado ha sido la norma de la construcción
del poder bonapartista en el peronismo. Menem cagó a Cafiero, Duhalde a Menem y
Kirchner a Duhalde. La zaga va a continuar, si Scioli gana, porque en un
partido que no es ni partido ni tiene programa ni banderas ni mística lo que
manda y disciplina es la caja y manda y disciplina quien maneja la caja. Los
mismos que fueron kirchneristas de la primera hora serán, a partir de
diciembre, los primeros sciolistas. Claro que todo eso será si los vientos no
cambian en estos pocos días que quedan para las elecciones. En tanto, la
recesión, el desempleo, las suspensiones, el parate de la actividad económica,
el dólar imparable en su escalada ponen de manifiesto el fracaso del modelo de
“crecimiento e inclusión” que no fue crecimiento ni incluyo a nadie más que a los
funcionarios kirchneristas, como lo demuestra, obscenamente, la cotidiana
exhibición de sus inexplicables fortunas. El pueblo humilde soporta como se
perpetra esta escalada contra su ya raído poder adquisitivo, en medio del
fragor estruendoso de una campaña electoral donde millones y millones de pesos
(que podrían ser escuelas, hospitales, vivienda, etc.) se dilapidan en avisos,
actos, afiches y matracas. La soporífera acción de los comicios, junto a la
inexpresividad de la campaña de los partidos de la izquierda legal, contribuye
a que el despojo siga adelante sin mayores quejas. No obstante, pronto se
disiparan los humos de estos fuegos de artificio y el régimen mostrará que, más
allá del gerente de turno, el remedio es el mismo, sólo que en dosis más fuertes.
El inexorable ajuste, la devaluación que todos admiten, el arreglo con los
fondos buitres, el recorte del “gasto publico” (eufemismo para no decir que van
a recortar en salud, educación, empleo, vivienda, transporte y tarifas) son el
programa común de la burguesía. Ante eso se impone prepararnos para la
resistencia, organizarnos en cada frente de batalla para defender conquistas
que, aun siendo pequeñas, son fruto de grandes luchas. En esas batallas, en las
que performances electorales poco importan, se profundizará el debate sobre los
métodos y los objetivos de nuestras luchas y se delimitaran los campos. Ante el
programa común de la burguesía se imponen el programa y el frente común de los
oprimidos y la decisión de ganar las calles para seguir escribiendo páginas de
historia como aquellas del 2001.
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